– Entrevista a Marcelo Federico –
* Por Juan Fernández
* Foto: Casandra González
* De AGENDA CULTURAL PRISMA
“Meses, años, que estoy queriendo hacer un mono…y ayer salió”. Completamente enamorado de su nueva creación, se pone a jugar y a enseñar de qué la va este nueve juguete. “Pero todavía está en prueba”, aclara sobre ese robot de madera con cabeza de mono y con articulaciones insospechadas.
La mística del hogar de Marcelo Federico es conocida por quienes hayan ido a alguna Fiesta Lúdica, cuando todavía se hacían en Espacio Mú. Un universo de madera, materiales reciclados y otras yerbas recibe a quien entre al mundo donde se crean otros mundos desde la escultura, el diseño de juguetes, la actuación, la pintura o la construcción de instrumentos.
Los primeros años de vida de este artista multifacético van a sorprender a más de uno: “Era un niño de familia bien”, ironiza Marcelo sobre sus años de rugbier en el club Pucará de Burzaco. “Jugaba de medio scrum, empecé como hooker…fuimos campeones”. Recuerdos casi de otra vida.
Magariños
Quizás a veces es necesario que aparezca alguien que mueva estanterías, que permita ver las cosas “más allá del cuadrado”. Víctor Magariños fue ese alguien para Marcelo. “Todos tenemos un censor de cinco sentidos dormido que despierta por algún motivo”, reflexiona sobre ese pintor, artista inclasificable, a quien conoció durante un veraneo en Pinamar y con quien compartía días enteros jugando a la pelota, tomando mates o cocinando. “Casi no hubo laburo intelectual, sino que era informal. Fue una relación de amistad”, rememora sobre aquellos años en los que también llegó a ser periodista gráfico del diario El Pionero de la ciudad balnearia.
De la UBA a Egipto
Su paso por los estudios académicos no duró demasiado: Estudió Arquitectura en la Universidad de Buenos Aires para después irse a la Academia Nacional de Bellas Artes, pero ninguna de esas experiencias prospero. Uno de los motivos: “Me aburrí porque tenía que esperar hasta cuarto año para agarrar una soldadora”.
Evidentemente lo suyo iba por otro lado: Se metió en un grupo de títeres llamado La Musaranga con el que hacía trabajo social y terminó haciendo calígula en el Centro Parakultural de Capital Federal. “Estaba con pantalones, en cuero y con la cara pintada, y encima en ese lugar, que era el reviente de los 80, el under del under”. Los años de rugbier habían quedado bien lejos para ese entonces.
Otra experiencia reveladora para este artista fue un viaje de seis meses que hizo durante su adolescencia. A los veinte años se fue, gracias a una herencia, al viejo continente y alrededores. Inglaterra, Grecia, Egipto, Israel fueron algunos de los países que recorrió con amigos, o solo. “El viaje fue reconocerme como persona por primera vez. Dormí en la calle, adentro de un caño, comía re poco. Tenia una mochila enorme y cuando llegue a Inglaterra la reduje a un morral y con eso viajé después”.
El escultor
“Con mi familia íbamos a San Vicente y yo iba al bosque, cortaba la caña y después hacia un mueble para la casa. Iba a la laguna, agarraba barro y hacia un horno. Siempre recurrir a la información que tiene la naturaleza es como renovarse”. Rugbier pero también escultor de pequeño, no tienen porque anularse.
Amante de la filosofía oriental y lector de Ilya Prigogine (creador de la Teoría del Caos), en cualquiera de las formas en las que se manifieste su arte, hay un trasfondo que va mucho más allá del hecho artístico en sí mismo; hay una concepción de las cosas más bien concreta.” Todo lo que es estable se va reacomodando permanentemente. Le dicen orden de fluctuación. Las cosas se van acomodando hasta que volvés a tu eje”, reflexiona y agrega: “Soy como una maquina que licúo para producir”.
Figuras abstractas, formas que encajan perfectamente, materiales reciclados que crean vida sí se juntan de otra forma. Ese “no se qué” es lo que conmueve de su trabajo.
La simultaneidad
“Cuando entendí la simultaneidad me relaje un poco con mi quehacer a nivel creativo, porque el arte es un solo y uno ve la manera de canalizarlo a su manera”. Eso que puede llegar a tomarse como un defecto, que es el hacer muchas cosas distintas a la vez, Marcelo lo toma como una ventaja.
Además de escultor, es actor, luthier y diseñador de juguetes. Ludens Teatro es la compañía que creó junto a su compañera de vida, Claudia Turdo, y a su compañero de andanzas, Sergio Mazzitelli. Con ella busca investigar desde la fusión de lo actoral y lo lúdico.
Desde la creación de instrumentos, busca hacerlo a través del reciclaje o mediante formas no convencionales, lo cual confirma el vínculo de su arte con la naturaleza.
Con respecto a los juguetes, lleva adelante la Tienda Muli, en la que sus diseños no convencionales rompen con todo preconcepto de lo que se puede considerar un juguete. De hecho, el mono del que hablamos en las primeras líneas es uno de ellos.
Además de todo esto, es el organizador, junto a sus mencionados compañeros, de las Fiestas Lúdicas que se llevan a cabo desde hace más de tres años en zona sur. Para algún despistado: Es el que hace las famosas empanadas de lentejas. Claro ese mismo.
Hace empandas y todo el universo de actividades que acabamos de contar.
¿Por qué elegiste la escultura como tu actividad principal?
Por el contacto con la materia. Yo creo que no hay muchos escultores porque lo que tiene el oficio es que es muy caro. Yo invertí mucha plata en los materiales para laburar y los que tengo en el taller. Tenés que poner todo. Empecé con cosas muy abstractas como soldaduras, acero inoxidable, algo muy pulido. Eso fue por como me enseñó mi maestro, que hacia arte cosmológico. En cuanto a la figuración siempre tallo en abstracto. Me gusta ver un modulo de análisis que esta oculto en la naturaleza. Por eso no haga figura humana. Si la hago, es partir de un esquema estructural de la energía que emana.
¿Dónde reside el vínculo entre arte y naturaleza?
A mi ultimo proyecto lo llame “El universo se estacionó en nuestro jardín y nos hizo partícipes en su casa”. Es como el resumen de entender que somos universo. Lo vamos a tener que entender. La naturaleza es la gran fuente de inspiración. Hay que entender que las cosas van por otro lado. Son cíclicas las cosas de la naturaleza. Si nos pusiéramos a ver cómo funcionan, empezaríamos a ver las cosas de otra manera. Las respuestas están en la naturaleza y es hasta conmovedor, porque nos encontramos con temas que tocan poéticamente. Son los grandes temas, los de lo sensible.
Si es que tiene, ¿Cuál es la función del arte en la sociedad?
En principio tiene que ver con que uno se sana. Después si se expande, mejor. Cuando tienen que ver con un cambio profundo, las cosas cambian. Están buenísimas las actividades de socialización que se dan en la zona. Si plantas algo, por la razón que sea, va a seguir creciendo. Yo digo que sanemos primero, si modifica algo es porque es auténtico, porque es de verdad. Yo trato de mirar las cosas desde un lugar poético. Colecto objetos, hago una obra conceptual y miro cuál es la poética que está generando. Hay gente que vibra con lo abstracto pero lo mío no es una gran dispersión.
¿En algún momento pensaste que lo era?
Si, incluso hice un revisionismo en el que me mire en el jardín de infantes, miré mis carpetas, preguntaba qué hacia por esos años. Descubrí que a los siete volvía a mi casa y había hecho una máscara de barro o que con mis amigos habíamos hecho una suerte de andamio a tres metros de altura. Supongo que era mi forma de canalizar las cosas. Es una cuestión de poder descubrirlo y mostrarlo.
¿Cuál es tu concepción de la mediación de las galerías de arte?
Mi maestro estaba completamente en contra de toda esta movida pero ahora sus obras están en exposición en una galería, porque se murió y su mujer quiere que se difunda su trabajo. Al dueño de la galería en la que siempre expongo (Mundo Mundiroff, en San Telmo) lo conozco desde otro lugar; es un amigo que abrió una galería de arte. También es importante la relación que uno tenga con el galerista. De todos modos, si puedo zafar, zafo. Pero hay una cuestión de subsistencia en el medio, que me cuesta, pero que existe también.
¿Crees que hay una movida cultural cada vez mayor en la zona?
No creo que haya un hito. Es bueno que haya pequeños focos culturales que se están formando. Hay una necesidad de querer hacer cosas pero sin necesariamente querer cambiar el mundo por eso. A mucha gente la fui conociendo por haber ido a ver qué onda con lo que hacían para después descubrir que es gente que está haciendo lo mismo que uno. El gran cambio esta ahí. Se produce de a poco y casi imperceptiblemente.
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