Alejandro Javier Ruffo, de 52 años, era conocido en el barrio que se levanta a pocas cuadras del centro de Lomas de Zamora, en la zona oeste, como un hombre «raro» y «obsesivo con la limpieza» de la calle. Este preceptor y empleado administrativo del colegio Westminster de Banfield es el protagonista de una tragedia que conmociona a la comunidad: el asesinato de su hijo Enzo Joaquín, de apenas 8 años.
Un hombre del barrio con vínculos familiares influyentes
Ruffo siempre residió en la misma zona de Lomas de Zamora, donde construyó su vida profesional y familiar. Se desempeñaba como preceptor y empleado administrativo en el colegio Westminster, que funciona sobre la calle Peña al 100 en el límite entre Lomas y Banfield, del lado este del distrito.
Se trata de una tradicional institución educativa que hace más de una década cambio de dueños y ahora es propiedad de familiares del asesino, uno de los cuales fue un alto funcionario municipal y hoy integra las filas de La Libertad Avanza. Precisamente por ese vínculo familiar, Ruffo, además, había trabajado en la Municipalidad de Lomas de Zamora.
En el ámbito personal, Russo era un fanático declarado de River Plate y de Los Andes, pasión que compartía con su hijo menor. De su primer matrimonio había tenido una hija mayor, y junto a Natalia, su pareja de 41 años, había sido padre de Enzo Joaquín, el niño asesinado.
Las señales de alarma que nadie quiso ver
Los vecinos del barrio no se mostraron sorprendidos cuando se enteraron de la detención de Russo por el asesinato de su hijo. «Un hombre raro», «obsesivo de la limpieza», describían quienes lo conocían. Era habitual verlo por las tardes paseando a su perro de raza Fox Terrier, que ahora quedó al cuidado de una familia vecina.
La relación con Natalia, su pareja, empleada de una multinacional petrolera, estaba atravesando serios problemas. «Siempre se escuchan discusiones. Eran reservados, pero él era raro», afirmaron testigos del entorno. Las diferencias entre la pareja habían llevado a Natalia a tomar la decisión de separarse tras reiteradas peleas.
El día que cambió todo para siempre
La mañana del crimen comenzó como muchas otras: con una discusión entre Russo y Natalia, mientras la llevaba a tomar la combi que la acercaría a su lugar de trabajo. Sin embargo, esta vez la situación escaló de manera trágica. Después de la pelea, Ruffo debía llevar a Enzo Joaquín al colegio, pero la discusión continuó por mensajes de texto hasta que el hombre dejó de responder.
“Hoy te vas, pero te vas sin nada”, fue el texto que Ruffo le envió a su esposa, Natalia, poco después de la despedida.
Preocupada por el silencio y por vecinos que la alertaron de ruidos raros y gritos en su casa, Natalia regresó a al domicilio familiar y al no poder ingresar, llamó al 911. La policía que arribó al lugar encontró una escena devastadora: el pequeño Enzo Joaquín yacía muerto en su cama, aparentemente por asfixia, mientras su padre presentaba heridas de arma blanca en un aparente intento de suicidio.
Las imágenes que duelen
Apenas tres semanas antes de la tragedia, el 23 de junio, Ruffo había subido a su perfil de Instagram tres imágenes junto a su hijo que ahora adquieren un significado desgarrador. En la primera aparecían padre e hijo abrazándose. La segunda mostraba un conjunto de fotografías de distintos momentos compartidos. La tercera los capturaba en la tribuna de River Plate, el equipo del cual ambos eran fanáticos.
Las consecuencias de un acto imperdonable
Ruffo fue trasladado en estado grave al Hospital Gandulfo, donde fue operado de urgencia. Mientras él luchaba por su vida en el hospital, su familia y los vecinos quedaron consternados por la tragedia. Natalia y la familia extendida reciben asistencia psiquiátrica para sobrellevar el impacto de la pérdida.
La comunidad educativa del colegio Westminster, donde se desempeñaba como preceptor, también se encuentra en shock. Colegas y familias de estudiantes intentan comprender cómo alguien que trabajaba diariamente con niños pudo cometer semejante acto contra su propio hijo.